HISTORIA
Pequeña historia de un pequeño pueblo: SAN ESTEBAN DE LOS PATOS


Situación
Está situado a 1.120 metros de altura en las estribaciones de la Sierra de Ojos Albos, en un paisaje a piedemonte caracterizado por afloramientos de granito, encinas y monte bajo. La explotación de las canteras de granito en las pasadas décadas ha deteriorado el paisaje en alguna de sus zonas. Tiene una extensión de 850 ha. Se encuentra a 15 km al norte de la capital provincial en una zona límite entre las comarcas de Ávila y la Moraña.
Limita al norte con el municipio de Santo Domingo de las Posadas, al este con el de Tolbaños, al oeste con el de Mingorría y al sur con el de Ávila
Vista aérea
Historia
Esta localidad surge a finales del siglo XIII, hacia 1297, como una repoblación intercalar en la zona septentrional de la provincia de Ávila (esta zona era una de las pocas que quedaban sin repoblar en la zona norte), realizada por D. Velasco Velazquez que ese mismo año es nombrado Archideano y uno de sus cometidos prioritarios es repoblar la zona de Avila. D. Velasco Velazquez toma a la familia Patos como personas para fundar la villa, esta se encontraba integrada en la cuadrilla de caballeros de la familia Dávila, este beneficio se le da como premio a su servicio en las batallas contra los musulmanes. D. Velasco Velázquez toma la responsabilidad de repoblar otra vez las tierras cercanas a Gredos porque la mayoría de sus habitantes se fueron a las nuevas tierras de Talavera. Esta vez se compran las tierras a los antiguos dueños y luego las repobla, para la cual cuenta con la familia Patos y otras familias de Velayos y Escalonilla para la nueva repoblación. La aldea de Los Patos y la de Velayos, son las dos únicas aldeas que han llegado hasta nuestro días de entre las 15 que se formaron en el cabildo de Pajares en esa época (segunda mitad del siglo XIII).
En la segunda mitad del siglo XVII, Francia invade parte de los tierras de Cataluña, España está en muy mala situación económica por lo que Carlos II decide vender villas a los representantes del Ministerio de Hacienda para poder sufragar la guerra con Francia, entre las que se encuentra la villa de "Los Patos". En 1668 la villa es vendida a D.Luis de Peralta y Cardenas "Vizconde de Ambite", el cual era Señor de San Esteban, Caballero de orden de Calatrava, Gentil-Hombre de S.M., Mayordono de la Infanta Doña Isabel Clara, Comendador de Antequera, Vedor General del ejército de Cataluña y Ministro de Hacienda de Felipe IV, ante la oposición de las autoridades provinciales. D. Luis Peralta y Cárdenas se convierte así en el primer Señor de San Esteban de Mingorria y Los Patos, y la villa de Los Patos adopta el nombre de "San Esteban de los Patos". Años después será devuelta a las autoridades provinciales antes de comezar el siglo XVII, posiblemente por no tener descendencia directa para seguir.
En la carretera hacia Mingorria y en el límite con dicha villa, se encuentra un crucero, en el cual esta inscrito "ESTE + (CRUCERO) PUSO EL LDO (LICENCIADO) D. JU. (JUAN) RODRIGUEZ CURA PROPIO DE S. (SAN ESTEBAN DE LOS PATOS) 2 DE ABRIL DE 1704 ".
El 3 de noviembre de 1812 se abre una sesión en el congreso de los diputados para dar fe al juramento de varios pueblos, entre ellos San Esteban de los Patos, a la constitución 1812.
En 1850 se acepta la construcción de una escuela, ante las reiteradas quejas de la alcaldía de Los Patos hacia el Ministerio de Instrucción Pública.
El 4 Marzo de 1863 se inaugura el tramo de línea férrea entre Avila y Sanchidrian, las vías pasan por el termino de Los Patos con estación en la villa cercana de Mingorria.
En 1929 se realiza la actual carretera de Mingorria a Los Patos.
Minas
En el Boletín Oficial de Minas 1844 existe la referencia que D.Mateo García inscribe las dos minas con los nombres "Impensada" y "Precaución" en Septiembre del mismo año. En la Memoria de los productos de la Industria Española presentada por el Ministro de Comercio en la exposición Española de 1850 aparece que la sociedad minera "La Amistad" explota la mina "Santa Agueda" en el termino de Los Patos de las cuales se extrae el mineral de malaquita (carbonato de cobre), wittchenita (sulfuro de cobre y bismuto) y calcopirita (sulfuro de hierro y cobre)de muy buena calidad, ante las buenas perpectivas que existían en estos años se pide la apertura de otra mina con el nombre "San Antonio de Padua". En el libro "Historia de Avila, su provincia y obispado " de D. Juan Martín Caramolino en 1872, sobre 1860 la mina "Santa Agueda" estaba totalmente abandonada con material, la dejadez provoco el hundimiento de la misma, no existía ninguna voluntad por parte del Estado de abrirla porque no había presupuesto necesario ( los inspectores llevaban un par de años sin aparecer por el termino), y la otra mina, "San Antonio de Padua", no se llega a abrir solo existe la inscripción. Luego a finales de siglo XIX (1874)se intentan abrir las dos minas con los nombres de "La Corraleja" y "La Vicenta", pero con pocas perpectivas de futuro, porque no había dinero suficiente para ponerlas en marcha, aparecen las inscripciones en el departamento de Minas de la Diputación de Avila .
La primera cita del mineral wittichenita en España se hizo con muestras procedentes de San Esteban de los Patos (1895 Fernández Navarro: Anales de la Sociedad española de Historia Natural, XXIV, Act. 94.).
Actualmente se encuentra una muestra en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid.
La iglesia: construcción, retablos…
Tradiciones: el ángelus, el rosario, los sones de campanas
El viacrucis
La fragua
El corral concejo
Es el corral situado al final de la calle “La fragua” donde estaba el herradero (potro); formado por cuatro columnas cuadradas de granito sin labrar, como menhires prehistóricos, que se cerraban con barras de hierro.
Estos monolitos de piedra granítica aparecen por la necesidad del labrador de herrar a sus animales de labranza y especialmente a las vacas, animales a los que resulta difícil ponerles las herraduras. En el potro la vaca quedaba encajonada entre los cuatro postees, como si de una celda a cielo abierto se tratara. El potro era la mesa de operaciones y el quirófano donde el veterinario hacía las curas difíciles de los animales.
Para los niños el potro era el columpio que todavía no había en el patio de la escuela.
Ahora sólo queda la fantasía del pasado.
Hoy en día el “potro” ha sido colocado en el “Parque de los Pilones”
El ayuntamiento...
La escuela...
Yacimientos arqueológicos: el barrio, tierras negras, los perales....
Topónimos: lugares, fuentes, piedras, cerros....
Las diversiones: calva, tango, pelota, paseos, tabernas, bailes, veladas…
Festividades
Gastronomía
Antiguamente, en todos los pueblos, el pan se hacía en casa. San Esteban de los Patos contaba con
En torno a estos hornos, cada quince días, las mujeres de la casa, uniéndose por familias (pues no en
Preparar bien el horno tenía su misterio, pues una buena cocienda dependía en parte de unas condiciones adecuadas para que el pan no se quedara demasiado crudo o se quemase. Así, antes de meter las hogazas, había que limpiar el horno con una vara larga y unos trapos mojados atados a la punta para quitar las pavesas.
todas las casas había horno) cernían la harina de trigo con cedazos encima de una artesa sobre unos listones paralelos llamados varillas. A esta harina se le añadía agua, levadura o reciento - que era masa madre de la cocienda anterior- y sal. Se amasaba con sumo cuidado dándole forma de hogazas, unas 20 ó 30 por cocción, se les hacía unos cortes superficiales que formaban figuras sobre el pan y se colocaban en una amasadera arropada con una manta para que la masa fermentara.
bastantes hornos familiares, que hoy se han convertido en cocinas,
despensas o cuartos de baño, al adaptar las casas a los nuevos tiempos. Aún se pueden observar en algunas casas antiguas los hornos como un apéndice a éstas. Ej. Casa de Celedonio, de Félix.
Una vez listo el horno y fermentada la masa, con una pala larga para no quemarse, se colocaban las futuras medianas unas cerca de otras, pero sin tocarse. Las mujeres pasaban mucho calor, pues el horno debía estar muy caliente.
Cocidas las hogazas, se sacaban y se colocaban en la tabla donde se habían preparado o en una tinaja, tapadas con trapos de hilo para que no se resecaran demasiado. Durante 15 días había pan en casa hasta la próxima cocción, pues cada mediana pesaba 8 ó 9 libras (una libra era un peso aproximado a 500 gramos. 1 kl. = 2,5 libras).
Las personas que no tenían horno lo llevaban al de la señora Aquilina, aportando el agua, dos gavillas de leña y ayudándola a amasar. El trueque de la cocción era una mediana de pan para la dueña del horno.
El pan tradicional sabía a monte, sabía a pueblo y aguantaba diez o quince días sin ponerse duro. Y es que se había cocido en horno de adobe, calentado con gavillas de leña de encina, retamas y piornos traídos en los carros de los cerros de Aldeaciegos,
Había costumbre, el día que se cocía, de meter en el horno unos bollos pequeños con un torreznillo dentro para los niños de la casa, al que llamaban el bollo con “el ratón”. También era tradición hacer algunos bollos para ciertas ocasiones, como eran las fiestas o carnavales, a la vez que se cocía el pan.
Serones y Ojos Albos. Lugares a los que se tardaba un par de días en ir, cortar y volver con la leña en los carros de bueyes.

Cuando se dejó de cocer en las casas, el pan lo traían los panaderos de Mingorría. Dos veces por semana venían Doroteo y Basiliete. Repartían el pan puerta por puerta a toda su parroquia. Anotaban la cuenta de las medianas vendidas marcando una muesca en la tarja. Posteriormente se anotaba en un cuaderno en el que a final de mes había que dar cuenta, bien pagando en especie, con harina, o bien abonando en dinero lo gastado en pan.
LAS CASAS ANTIGUAS
Las casas antiguas de los Patos eran, por lo general, bastante robustas, al contar el término con abundante piedra. Su construcción externa era de piedra y barro. El tejado cubierto con teja árabe,
siempre presidido por la humeante chimenea. La puerta de madera de doble hoja. En la superior, el llamador y su enorme agujero para la llave; en la inferior, otro agujero para la entrada de los gatos. Las ventanas escasas y muy pequeñas, casi ventanucos. El suelo, de barro; más bajo que la altura de la calle porque de él se había sacado toda la tierra para asentar y enfoscar las paredes hechas de adobes con barro de Rehoyo. Estas eran luego jalbegadas con cal.
Las casas eran todas muy pequeñas. Tenían un portal a la entrada desde donde se distribuía el resto de habitaciones o cuartos.
La cocina solía estar situada al fondo de la casa, sin ventanas, solamente recibiendo la luz cenital de la chimenea y en algún caso de la claraboya. Esta era el lugar de estar en la casa, aunque, exceptuando las mujeres, el resto de la familia estaba más bien poco, porque todos trabajaban mucho y se estaba poco tiempo en ella, sólo lo imprescindible para comer, cenar y en invierno estar un rato a
la lumbre baja. Allí, al calorcillo de la lumbre, era donde los mayores contaban los cuentos a los niños, las leyendas, las historias, las anécdotas, las costumbres y tradiciones; en definitiva, donde se transmitía la cultura popular. Con la llegada de la radio y más tarde de la televisión, ésta se fue perdiendo. Costumbre era también la de rezar el rosario todos juntos antes de irse a la cama.
Muy parca en decoración, la cocina solía contar con un pequeño
vasar, con los cuatro cacharros para comer, una mesa, un escaño de madera y algunas sillas, banquetas y taburetes. Cada uno tenía su sitio en la cocina. Los mejores eran siempre para los abuelos, los mayores de la casa, a los que se les tenía siempre respeto y se les hablaba de usted.
Las habitaciones eran en su mayoría alcobas, donde dormían padres e hijos. Estos últimos varios en la misma cama. Presidiendo la alcoba, una sala con alguna cómoda o baúl donde se guardaba la escasa ropa.
De una esquina del portal salía una escalera para subir al “sobrao”, lugar donde se guardaba el grano,
muchos de los aperos y otros trastos de la casa.
Al lado de la casa o atravesando ésta estaban las cuadras. Estas servían de servicio. Todo cerquita, familia, ganado y grano, en una casa casi hermética por miedo a los robos que de vez en cuando se producían.
LA LLEGADO DE LA LUZ ELÉCTRICA
Uno de los acontecimientos más importantes para el pueblo en el cambio de costumbres fue la llegada de la luz eléctrica. Todo el pueblo, muy alegre, se echó literalmente a las calles para celebrar ese increíble acontecimiento. Alguno decía: “¡Esto parece Madrid!” (Y otros pensaban “cómo si nosotros hubiéramos visto alguna vez Madrid”)
Fue en torno al año 1950 cuando desde Mingorría, por el camino antiguo de Pradohoyo, se
enlazaron mediante postes los cables de la luz con el pueblo de los Patos. Años más tarde, se prolongaría hasta Tolbaños, Escalonilla y los otros pueblos más al este.
La luz llegaba hasta el transformador, colocado en la parte sur del pueblo, en el Artezuelo. Desde allí cada tarde, al caer el sol, el señor Obdulio, “Lulo”,conectaba la luz que había estado cortada durante el día, para que llegara a las casas y a los postes colocados en las calles del pueblo.
Cada vecino, tras instalar los electricistas los cables en la casa, tuvo que pagar “la acometida de la luz”. Posteriormente, cada mes, llegaba Vidal, de Mingorría, el cobrador de la luz, a apuntar y cobrar el recibo.
Hasta ese momento siempre se había alumbrado con velas, faroles, candiles de petróleo y más tarde con quinqués de carburo, luz más clara que las anteriores, pero también más cara.
¡Era increíble que por unos cables de metal pudiera llegar la luz a las casas! Algunos llegaron a pensar que era “cosa de brujas”. Pequeños y mayores miraban con ojos incrédulos las bombillas de cristal colgando de los portales y las cocinas. ¿Cómo girando una simple llave o apretando una perilla se iluminaba toda la habitación?
Meter la luz hasta las alcobas fue un atrevimiento al que costó acostumbrarse, por miedo a que se incendiara la casa. Durante algún tiempo se combinó la luz eléctrica con la forma tradicional de alumbrarse. Se seguían usando los faroles en muchos sitios: cuadras, paneras, corrales para atender al ganado. En casa no faltaban
nunca las velas porque era bastante frecuente que la luz se fuera o que saltaran los plomos, a los que había que cambiar el fino cable. También había personas que recelaban de colocarla en la iglesia por pensar que era brujería.
La llegada de la luz también trajo un cambio en algunas costumbres. La gente se empezó a acostar un poco más tarde, se perdió la intimidad de las historias al amor de la lumbre, se veían más los arrumacos y “achuchoncillos” en el salón de baile, tampoco se podía soplar de vez en cuando el candil para dar un besillo a la novia. Incluso alguna mujer llegó a quejarse diciendo: “ahora con la luz tienes que volver a barrer la cocina después de cenar”. Y es que antes, al estar tan oscura la cocina, apenas se veía si había caído algo. Con lo cual también trajo lo que podríamos llamar “pequeños inconvenientes”.
Poco a poco, con la incorporación de la luz, llegaron los primeros electrodomésticos: la radio, la
máquina de afeitar y un más tarde la televisión. Una de las primeras radios en llegar al pueblo fue la del “tío Amancio”. En su casa se juntaba la gente para oír el concurso de cantantes
“Fiesta en el aire” o para escuchar “los partes”, las noticias. Pocos años después los vecinos se juntaban en la casa del señor cura para ver en la primera televisión que hubo en el pueblo sus primeras corridas de toros.
¡Qué sería de nosotros hoy sin la luz!
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